Tuesday, November 30, 2004

Oscar

En la fila de un cajero automático Oscar pensaba en el suicidio
(Sui: A sí mismo. Caedere: matar.)
el suicidio maquinal y deliberado que todos los jóvenes normales del siglo XXI contemplamos. Lo triste… es que sólo ponemos atención en el lado material del suicidio, al menos en la contemplación rutinaria. ¿Y el lado espiritual?, lo dejamos para ocasiones especiales.


Espíritus apocados.
Espíritus ásperos.
Espíritus contritos.
Espíritus del vino.
Inhalar el espíritu del vino.
Exhalar nuestro espíritu o el Alma. ¿Alma?


Hablemos de psicología hermética.
Según ésta, nuestra mente(No confundamos mente con cerebro, mente son los procesos psíquicos consientes e inconcientes de nuestro cerebro. Lo que nos hace funcionar) está dividida en dos partes, una parte femenina y una parte masculina.
Parte masculina: Alma.
Parte femenina: Espíritu.
El alma es lo que Anima, el transfondo, nuestra escencia. El espíritu es la sustancia, lo que piensa, lo que recuerda, sujeto al alma. El alma decide lo que el espíritu piensa y recuerda. El alma toma las deciciones y el espíritu actua, animado por el alma.
Me parece interesante esta forma de ver las cosas, es básicamente como el Ego y el Ello. Pero, identifico más al Alma con la parte femenina y al espíritu con masculina, si a adjetivar las cosas nos vamos. Aunque ninguna de las dos partes tenga genitales(que yo sepa).


Como iba diciendo, Oscar pensaba en el suicidio. No de una forma triste, sino natural. Pensaba, conforme avanzaba, en que cada persona debería decidir cuando morir. No someterse al destino, sino a la propia voluntad. Arriesgarse a perder lo que la vida tendría preparado para nosotros en caso de no suicidarnos. En eso pensaba Oscar, cuando murió de apoplejía, ahí mismo, en la fila de un cajero automático. Fue un corto circuito de su cerebro, haciéndolo cesar todas sus funciones. Su cuerpo cayó exánime en el piso. La persona que estaba atrás de él corrió de ahí asustado y las demás lo pensaron dos veces antes de atender el cuerpo. La segunda persona en la fila no se inmutó, esperó su turno en el cajero, hizo sus trámites y pasó de largo a las tres personas que examinaban los signos vitales del cuerpo de Oscar.
mmh. Al morir, Oscar no se quejó, sólo cayó, ni siquiera tuvo tiempo de injuriar al destino por su sentido del humor. No, no se dio cuenta de eso.

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