Cómo pintar de negro una puerta roja -drama 1ro-
-Visualicemos la puerta roja, de preferencia flotando en un espacio negro y vacío.
La puerta simbolizará el cambio, contemplémosla. Es imposible saber lo que hay detrás, aunque podríamos imaginarnos, sintámonos libres de hacerlo, ¿es todo?, por desgracia, sí. No basta tocarla, olerla, sentirla, eso no nos sirve, la única forma de saber lo que hay detrás es abrirla, eso sería cambiar la situación, por lo tanto cambiarlo todo, la 'habitación' entera y nosotros estaríamos sometidos a las consecuencias desconocidas de lo que hay detrás de la puerta. Tortura... sí, ahora entendemos, nada que percibamos de la puerta nos asegura un destino conveniente, cualquier cosa podría suceder, por eso la puerta es roja, duele, la puerta nos duele, es demaciado el riesgo, lo peor es que cada momento que pasa la puerta se vuelve más roja. ¿Podemos hacer algo al respecto?, sí, y es sencillo: Pintar la puerta de negro; eso la haría desaparecer. ¡Brillante! dirán, pues no, oscuro y nada opaco, negro. Poco a poco la puerta desaparecerá, ésta y su rojez se mezclarán con el vacío, y ya no habrá ansiedad.
-¿Y felicidad, maistro? pregunté ingenuamente.
El maistro me miró con una dudosa expresión de tristeza y asombro. No contestó.
Se puso su nariz de payaso y continuó la clase.
La puerta simbolizará el cambio, contemplémosla. Es imposible saber lo que hay detrás, aunque podríamos imaginarnos, sintámonos libres de hacerlo, ¿es todo?, por desgracia, sí. No basta tocarla, olerla, sentirla, eso no nos sirve, la única forma de saber lo que hay detrás es abrirla, eso sería cambiar la situación, por lo tanto cambiarlo todo, la 'habitación' entera y nosotros estaríamos sometidos a las consecuencias desconocidas de lo que hay detrás de la puerta. Tortura... sí, ahora entendemos, nada que percibamos de la puerta nos asegura un destino conveniente, cualquier cosa podría suceder, por eso la puerta es roja, duele, la puerta nos duele, es demaciado el riesgo, lo peor es que cada momento que pasa la puerta se vuelve más roja. ¿Podemos hacer algo al respecto?, sí, y es sencillo: Pintar la puerta de negro; eso la haría desaparecer. ¡Brillante! dirán, pues no, oscuro y nada opaco, negro. Poco a poco la puerta desaparecerá, ésta y su rojez se mezclarán con el vacío, y ya no habrá ansiedad.
-¿Y felicidad, maistro? pregunté ingenuamente.
El maistro me miró con una dudosa expresión de tristeza y asombro. No contestó.
Se puso su nariz de payaso y continuó la clase.
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